martes, 23 de abril de 2013

Una seca por el guacho

Una alarma sonaba bien lejos. Mientras tanto, un señor paseaba un perro comprado. Todo transcurría en un barrio alejado de Córdoba capital.
Empezó a extrañar. Algo en el estar le faltaba. Tuvo ganas de teletransportarse, de poder estar con todas ellas allá. El silencio se adueño de la cuestión, incrementado con el porro prensado y barato con el que se acababa de levantar. Extrañar: Que se te estanque la sangre, que por un lapso de tiempo deje de circular. Extrañar el cuerpo, la materia, el timbre de la voz, el charlar. Decidió utilizar la opción del recuerdo y revivirlo, reinventando los momentos vividos en el ahora. Al principio pensó que se estaba haciendo una auto-broma. Luego creyó en su fuerza, tuvo fe y se levanto en busca de mate antes de continuar. Lo había conocido con una incontable cantidad de rulos, un grano que marcaba pubertad, una incipiente paternidad. Terribles ganas de cantar. De facha rolinga a primera vista, mezclado con vanguardia que encontraba en la basura.

Diez de la mañana. Uniforme de escuela privada y dos envases en la mochila donde debían estar los apuntes y la carpeta de un pibe que en teoría salía de su casa temprano a estudiar. Nunca llegaba, colgaba en el bar. Dibujando, charlando. Entrando decidido a un lugar donde todos le llevábamos varios años de edad. De primeras eso resulto pre juzgante para ciertos habitantes del lugar. Luego los días pasaron y su estar en el lugar hizo que su compañía sea algo disfrutable.

La primera vez que lo vio cantar lo hizo de invitado de “El Az” una banda del amigos. Se subió al escenario medio en pedo ya. Con anteojos de sol a las 2 de la mañana, una birra en la mano y el saco agujereado. El barrio bien caminado. Huellas abundantes de este ser en las cuadras que separaban su techo de ese bar. Ese día se dio cuenta de que la música era el lugar a donde este pibito tenía que estar. La causa de su existir. Verlo transmitía un acercamiento a lo indescriptible, a lo inabarcable.

Su presencia cotidiana en el bar tomo la caratula de estable. Las mañanas, las noches, las tardes. Hay algo en la amistad que solo se dice con la mirada. La palabra resulta útil en otros miles de casos. Pero para esta situación fue la mirada quien les demostró que por mucho tiempo se iban a ver las caras. Nada parecía volver a ser igual después de escucharlo cantar. Un hermoso ser con ganas de aprender. Cada vez que tocaba sistemática el se acercaba al lugar. Quizás es como dice verrugo, el era su único fan.

Lunes en el lugar. La visita aparecía siempre a la mañana. Creo que nunca se había cruzado con un pibe que tenga tantas ganas. Perseverante en su voluntad. Revolvía toda la galería, buscaba las migas. Paseaba con paciencia los lugares donde sabia que los fumones se habían ubicado en ese fin de semana que todavía no terminaba. Conocía todas las caras del lugar. La mañana, que era la rateada. Las tardes, con la paz a merendar. Las noches, convidando melodías para festejar el estar. O trabajando tras la barra, menor de edad, con la sonrisa loopeada. Un montón de ganas amontonadas en menos de 20 años de edad. Amistad con los perros, animal. Aunque te duela sos. Curtiéndose en el tocar cada vez mas y mas. Sinónimo de intentar. Una confianza hermosa para transmitir la idea, sutil en el plano emocional. El fuego de sentirse tan vivo. La responsabilidad de ser papa a la hora de comenzar a charlar. La canción es urgente. Lo note al verlo volver después de encerrarse un rato en el cuarto a escribir una estrofa. Tenía la cara del primer hombre que pario. Solo le faltaba la hoja en sus manos para meser la canción.

1 comentario:

  1. buena! bien ahì
    buena! bien ahì
    buena! bien ahì
    buena! bien ahì
    buena! bien ahì
    buena! bien ahì
    buena .)

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